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 ¿Era Beethoven el hombre enfadado que parecía?

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Rydra
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11012020
Mensaje¿Era Beethoven el hombre enfadado que parecía?

Ludwig van Beethoven, la mayor leyenda de la música, el creador que trasciende culturas, el rompedor al que nadie después de dos siglos ha logrado hacer sombra ni superar su fama. Cualquier fan de la más simplona música pop podría hoy día tararear alguna de sus piezas. Es sinónimo de éxito en auditorios de todo el mundo. Los medios, el cine, llevan un siglo acercándolo al gran público. Es más, su rostro es inconfundible. A pesar de haber nacido hace 250 años, hay retratos suyos como para llenar una cuenta de Instagram. Pero, ¿cuánto de tópico hay en esa expresión de enfado y de mal genio que se repite? ¿Qué nos dice su música de su verdadero talante?

“Un tópico que siempre se le ha atribuido es que está enfadado, pero lo cierto es que es su euforia y su optimismo también en algunos momentos de su música son completamente excepcionales”, señala Abel Tomàs, uno de los violinistas del Quartet Casals, los mayores embajadores de la interpretación de la música clásica en España y especialmente en Catalunya.

La sordera desde luego no ayudó a que su carácter fuera menos agrio. ¿La vivió Beethoven de manera distinta a como nos imaginamos? “La vivió fatal –apunta Arnau Tomàs, el cello del Quartet Casals–, fue un estigma terrible para su carácter, su personalidad, y también su obra”. En el famoso testamento de Heiligenstadt, cerca de Viena, Beethoven, deprimido y angustiado, escribió el 6 de Octubre de 1802 este documento que luego guardó.

“Es una suerte carta de suicidio en la que confiesa que se da cuenta de que la sordera es irreparable y va en aumento. Y se plantea dos opciones: dejarlo e irse, porque no es concebible un músico sordo, o hacer acopio de fuerzas y escribir todo lo que pudiera antes de dejar este mundo, convirtiéndose en una suerte de héroe. Realmente se necesita una dosis de heroicidad bestial para ser músico y sordo y, por suerte para nosotros. optó por seguir”, añade Arnau Tomàs.

Musicalmente, esta personalidad se refleja en su necesidad constante de ir a la contra de los patrones estéticos. Beethoven fue tan radical que siempre se dice que después de él nadie ha sido capaz de inventar nada en el terreno de la composición. Hasta que él comenzó a componer, la música tenía formas muy definidas, proporciones, lógica tonal. Y él, como alumno de Haydn, Salieri, etc. empieza a componer de esta manera.

“Pero de repente le coge esta locura por romper los patrones estéticos. Pasa del minueto al scherzo rapidísimamente; empieza a hacer excepciones en la forma misma de las piezas, por ejemplo salta al tema 2 no con la tonalidad vecina como se hace siempre, sino en una tonalidad muy alejada. O se salta la exposición y se va directamente al puente y al tema 1, otra vez... Estas excepciones llega un momento que son ya tantas que cuesta mucho entender el guion, especialmente en esos últimos cuartetos”, explica Arnau Tomàs.

Así, la sensación del público es que su música es muy fragmentada, pero eso es producto de esta liberalidad extrema en la forma. “Beethoven busca ir a la contra, romper constantemente la expectativa. Estás tocando y te imaginas una música bella, inspirada, llena de luz, y de repente te das cuenta de que está pidiendo todo lo contrario. Por eso el esfuerzo del intérprete a menudo es no librarse a la belleza de la música sino hacer lo que pide”, apunta el violinista Josep Colomé.

Los músicos de su época preferían que su música fuera tocada de manera hermosa antes que correcta, menos Beethoven, que era muy insistente en el efecto que quería lograr. “Por eso los músicos de hoy intentan romper lo que no se ha hecho y pocos lo consiguen. Aún hoy nos lleva de cráneo Beethoven para entender lo que quería. Es la magia que tiene esa música”.

“La música de Beethoven es inacabable, infinita, te adentras en las obras y no paras de ver cosas nuevas –añade el pianista Enrique Bagaría–. Cada nota está pensada y tiene sentido, aunque dé la sensación de ser una música fragmentada. Beethoven podía componer una obra a partir de una célula de dos notas. Y ves que esas dos notas están pensadas. Hay una cantidad de contenido que exige tanto al intérprete que es muy difícil estar a la altura. No me extraña que su influencia traspase siglos y siglos, hay mucho que sacar de ahí”.

Otro de los tópicos respecto a Beethoven serían sus famosos tempos. A Beethoven le encantó trabajar con metrónomo, una herramienta que surgió en su época, y esto ha generado mucha polémica entre los músicos, creándose auténticas religiones: están los que creen en el metrónomo de Beethoven y los que no. Una polémica con la que nunca se acaba.

“Para mí es un gran misterio por qué en las últimas obras Beethoven deja de utilizar el metrónomo –apunta Abel–. Es una de las preguntas que siempre me hago. Supongo que fue una herramienta que quiso utilizar al principio para romper patrones e imponer los tempos que deseaba, que creo que por lo general los compositores siente la música en su cabeza de manera más rápida de lo que suena en una sala o en el oído del público. Y creo que es un tema que hay que tratar con sentido común, hay tempos que funcionan muy bien y otros que no tanto”.

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